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¿Casas Vacías?

 Por Macarena Iralde macarenairalde@hotmail.com 

A dos cuadras de mi casa, en el barrio de Saavedra, se asoma un jardín verde, un espacio fuera de la rutina en los días de semana, en donde la ciudad hace una pausa interminable.

Los fines de semana, ese mismo parque es la ciudad misma. Justo a la salida de mi casa, directo en la entrada al parque hay un patio de juegos.

He transitado ese espacio infinidad de veces. Ahí he visto cientos de niños y niñas jugando. Y piernas.

Si una mira a la altura de las niñas y los niños, sólo se ven piernas y tal vez unos brazos. Las hay tensas, a veces aburridas, otras emocionadas, y algunas simplemente quietas. Los brazos sostienen buzos, botellas de agua, algún mate, una galletita masticada y llena de arena y muchas veces, un celular.

En Argentina y México, las plazas o patios de juegos parecen ser iguales.

La historia que nos trae Brenda Navarro se desarrolla entre dos mujeres con una vida totalmente opuesta, pero con una resonancia similar, la duda sobre el qué hacer en la maternidad.

Daniel se pierde en una plaza mientras su madre habla con su amante por celular. Leonel es arrebatado de la plaza por una mujer que supone en la llegada de un hijo la completud como posibilidad.

Con una prosa fuerte, dura y atractiva, Brenda Navarro nos introduce en estas páginas, en la complejidad de ser madre y sobre todo en una idea que leí recientemente de la psicoanalista Mónica Torres: no hay las madres si no la madre. Advirtiéndonos, de no caer en el error de multiplicar algo tan singular como la mujer y la maternidad.

Con epígrafes de Wislawa Szymbroska, Brenda Navarro comienza cada capítulo de esta historia sobre lo que se pierde y se gana en el hecho de ser madre, pero por sobre todo, en algunos casos, como en el de estas antagónicas protagonistas, se trata delo que se pierde, masivamente, tanto a nivel real como en lo subjetivo. Y a qué lugar viene cada niño o niña, en estos casos, a qué agujeros tapar.

“Daniel desapareció tres meses, dos días, ocho horas después de su cumpleaños. Tenía tres años. Era mi hijo. La última vez que lo vi estaba en el subibaja y la resbaladilla del parque al que lo llevaba por las tardes. No recuerdo nada más. O sí: estaba triste porque Vladimir me avisaba que se iba no quería abaratar todo. Abaratar todo, como cuando algo que vale mucho se vende por dos pesos. Esa era yo cuando perdí a mi hijo, la que de vez en cuando, entre un conjunto de semanas y otro, se despedía de un amante esquivo que le ofrecía gangas sexuales como si fueran regalos porque él necesitaba aligerar su marcha. La compradora estafada. La estafa de madre. La que no vió”

“Mejor no hubiera llegado Leonel a nuestras vidas. Mejor se hubiera puesto a llorar muy fuerte cuando debió hacerlo y no después, ya de camino. Yo era la mujer de la sombrilla roja que se subió al taxi cuando empezó a haber alboroto en el parque. Claro que lo abracé mientras lloraba mucho; semanas después nos dijeron que tenía autismo y que a lo mejor por eso no le gustaba casi nada. Fue en ese momento que me arrepentí de querer ser madre”

Una novela escrita en primera persona, por estas dos protagonistas que nadan en la complejidad de ser madre y mujer con una libertad en el decir que resulta casi ominosa.

Las diferencias de clase son también un colorido fondo de esta historia que nunca pierde de vista  lo esencial: la mujer y la dificultad de ser madre.

Tardé un tiempo en darle sentido al título de la obra.

Con él la autora logra darle una intimidad a estas páginas que puede resultar difícil de encontrar en el transcurso de sus capítulos. Una intimidad necesaria como cierre de dos historias tan crudas, que se leen sin pausa y con el corazón en la mano.

Las casas vacías, podrían ser, en este contexto, las casas sin hijos e hijas. Cabe preguntarse qué lugar habitan los niños en estas casas. En principio, algo del agujero de la pareja y de lo femenino para estas mujeres, que nos acompañarán con sentimientos encontrados, desde el principio al fin de esta fascinante obra.

 Brenda Navarro es socióloga y economista feminista. Casas vacías es su ópera prima.

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