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Elijo creer

  Por Margarita Gautier 

Elijo creer

Oficina. Casi mediodía. No puede concentrarse, hacer foco, le dijeron que se dice. Y eso que probó todo tipo de yogas, combinado con respiraciones.
Respirar da trabajo.
Elige por lejos la Psicología Positiva. La importancia de agradecer. Por las dudas, ella agradece todo. Agradece que el jefe la llame a las once de la noche para exigirle la entrega del balance que, correspondiendo a tres personas, ahora hace sola; sola quedó en el departamento contable. Cómo no estar agradecida si tiene trabajo. “Lo que te ocurre no es bueno ni malo, todo depende de cómo lo miras. Si ves en cada crisis una oportunidad y sales de tu propia jaula, de tu zona de confort, parirás resiliencia”.
Sólo que ella es muy ansiosa aunque respire y se concentre en su yo interior.
Agradece no haber podido tener hijos y que no le haya pasado lo que a su amiga, la que el marido abandonó cuando su hijita cumplió un año. Agradece tener a su madre de noventa que es su madre aunque no sepa que ella es su hija.
Mediodía y del balance, poco. Y justo cuando dice basta, whapp de su … ¿? de tinder, no sabe su qué es, pero no hay que etiquetar, es retrógrado.
– Hola
Lo ansiaba. Pero ahora no. Se muere por contestar, pero más se muere o la matan si la ven chateando.
– Bebota, sé que me dijiste que a la hora del laburo se te complica, que mejor no te escriba, soy un hijo de puta, un turro, lo sé. Pero es que no me aguantaba las ganas de saber de vos. Soñar con el momento en que nos vamos a conocer me pone re arriba…
Ella hace el mantra de la determinación y la voluntad, el que viene con respiración ushai. El balance no cierra.
Veinte minutos después llega el audio. Largo. Jadeoso. Imperativo. Caliente.
– Bella, el día que nos veamos me gustaría que fuera en tu casa… «conocés la casa de alguien y conocés al dueño», ¿sabés?. Sé que el asado es tu plato preferido, pero no me da hacerte asado, es de macho, muy patriarcal… me da un poco de paja además. Comamos sushi. Me encanta el sushi, no sé a vos… En tu casa. Ya se me hace agua la boca… y no por el sushi… jajaja… Decime algo. No sé qué será de mí con tu silencio. No me castigues.
Ahora la que no aguanta es ella. Se olvida del balance y del miedo al jefe se olvida también. «Sal de tu propia jaula». No puede ser tan exigente. Escribe tímida, temerosa:
– Bien estoy. Me dijiste el viernes, ¿no? ¿podés aguantar? Café Vinilo, Berlín… Si querés me fijo jazz, que te encanta. ¿Te va?
Clavada de visto. Silencio. Una hora de silencio y el muchacho “en línea”. Hace ya un mes que hablan. Él la saluda todas las mañanas, le pide y le manda fotos. Le dice que chatear con ella es mágico. Nunca ningún hombre la trató así.
Dos horas de silencio. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueve. Diez horas de silencio
No va a yoga. Se queda mirando el teléfono. Nada.
A las diez no aguanta más.
– Sebas, ¿todo bien?
Inmediatamente:
– Sí, linda. Con ganas de vos.
– Si nos vemos el viernes…
– Vamos viendo. Si me cuelgo, escribime. Estoy matado y además soy un cuelgue, jajaja. Igual mandame fotos, ¿sí?
No quiere ponerse intensa. Tiene miedo de que Sebas desaparezca y perderse esa historia de amor.
– Dale.
– Beso, bebé. Te dejo que estoy con amigues.
– ¡Beso!
Un tilde solo a su último mensaje. Él apagó el teléfono.
Nudo en la garganta. No sabe bien por qué si él dijo que se muere de ganas de verla… también dijo que no es seguro. ¿Por qué es tan rígida? ¿Por qué no deja que fluya y mientras tanto imagina el encuentro?
Sin comer se toma la pastilla para dormir. Apaga el teléfono y se pone la meditación de dormir. Dormir da trabajo, igual que respirar. No puede poner la mente en blanco, ver pasar sus pensamientos sin juzgarlos ni detenerse en ellos, no hay caso. Piensa en que entre les amigues de él hay una chica que seguro que es más linda y más interesante que ella. Hay mujeres con él. Si no, no hubiera dicho amigues, hubiera dicho amigos. Empieza a tener miedo. Más que miedo empieza a sentir terror. Le falta el aire. Su corazón va cada vez más rápido. Piensa: puedo morirme ahora. Morirme sola. Y que nadie sepa. Su corazón cada vez más rápido. ¿Por qué se siente así? Si Sebas piensa en ella y le escribe todos los días y a cada hora. Cada vez más rápido su corazón. Busca el número de emergencias. Nunca su corazón gritó y corrió así. Nunca ese miedo. Se toma otra pastilla por las dudas.
Mientras llama a la emergencia agradece tener un corazón latiendo.