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Tesoros del Atardecer

Por Agustina Micaela Chiera agustinachiera@gmail.com

Tesoros del Atardecer

Podía jurar que aquel escrito que había hallado en el interior de la pequeña caja de madera, adornada de diminutas piedras doradas, era un secreto entre mi alma y el destino. Las cortas y precisas líneas que esbozaban el susurro eterno del amor sobre el papel, anunciaban un cielo de estrellas que nacería del perfume de rosas de mis más profundos anhelos de amor.
Abracé, entonces, el sentir de esta nueva luna que en el cielo acontecía, frente a nuestros ojos divinamente inmaculados. Sería mi corazón, quién, en minutos del correr del tiempo infinito, brotarían de ti, flores de amor que conquistarían la magia del brillo de las estrellas. ¡Camino iluminado por el aroma a las rosas del sol!
—Amor mío, me he enamorado de ti con esta luna sagrada y verás florecer de nuestro paraíso de amor, el poder inigualable de las rosas, que enaltecerá tu belleza, perfumando con el aroma del mar, cada rincón de nuestro atardecer—expresó él, en unión perfecta con mis poemas de amor.
—Ante este último rayo de sol, las rosas obedecen a la promesa de la eternidad del amor, floreciendo bajo la verdad del ocaso, que recorre el destino perdurable de un gran y verdadero amor —dije yo, llevando mis manos hacia mi corazón.
El cantar de las aves unió nuestras huellas en la arena, ambos miramos al cielo divino y, de nuestros corazones, brotaron rosas mágicas que fusionaron nuestros caminos, bajo la luz milagrosa del atardecer.

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