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La Cosa, lo extranjero – un cruce entre Silvia Luchessi y Juan-Luc Nancy

Por Ijiel David Bonino

12 agosto, 2023

 

El autor nos comparte un trabajo en donde presenta lo ominoso, lo extranjero, la cosa como aquello que se presenta sorpresivamente y que inquieta. Para realizar el recorrido toma aportes de Juan-Luc Nancy, Freud, Lacan y Silvia Luchessi.

“Esperar sin estar esperando, aguardar la sorpresa absoluta, al visitante inesperado, esperar sin un horizonte de expectación: esto tiene que ver con el Mesías como huésped, sobre lo mesiánico como hospitalidad, lo mesiánico que introduce una disrupción deconstructiva o locura en el concepto de hospitalidad, la locura de la hospitalidad, incluso la locura en el concepto de hospitalidad”.
(Jacques Derridá, Sobre la hospitalidad 2002).

“El intruso”, nos dice Jean-Luc Nancy, “se introduce por sorpresa o por astucia; en todo caso sin derecho y sin haber sido admitido de antemano”. El intruso será pues una visitación que se opone a la lógica de la invitación, el intruso será esa visita inesperada que “una vez que está ahí, sigue siendo extranjera y mientras siga siéndolo, en lugar de simplemente naturalizarse, su llegada no cesa”. Lo intruso, siempre inoportuno, continuará llegando, quizás siempre desde el interior, actualizando y renovando en cada momento su presencia.
Escribe Nancy, refiriéndose a esa extranjería que aparece como trasversal en todo el libro La Cosa, Freud, Lacan… el artista, esa extranjería “sigue llegando y ella no deja de ser en algún aspecto una intrusión”. Leemos en el texto de Silvia Luchessi que “La Cosa es lo más propio y extranjero a la vez (…) es ese prójimo, primer exterior, inicialmente extraño, extranjero, que a su vez se erige en adelante como el núcleo mismo del yo, situándose en lo más íntimo de su construcción”. Decimos: lo impropio de lo propio.
¿Cómo asir? ¿Cómo circunscribir esa interioridad que se impone como radicalmente Otro? Como anverso y reverso de un lugar sin muros exteriores y sin centro. Extendemos la mano para tocar el objeto que huye. Nancy nos habla acerca de ese desplazamiento, de ese movimiento en el que “el yo más absolutamente propio se aleja a una distancia infinita”. En El intruso, leemos “¿A dónde va? ¿A qué punto de fuga desde el cual puede proferir todavía que esto sería mi cuerpo? Y se hunde en una intimidad más profunda que toda interioridad: el nicho inexpugnable desde el cual digo “yo”.

“La Cosa, aquella que sólo puede circunscribirse o aludirse desde lo más lejano. Como una sucesión de horizontes evanescentes que desaparecen a medida que nos acercamos, aquello que es extraño, del latín “exterior”, “ajeno”, “extranjero”. Esa Cosa de la que Silvia nos dirá que se vincula con el vacío, como la boca sin fondo de un florero, vacío no contorneado en su totalidad.”

La preguntas podrían ser ¿somos dueños de algo del orden de loradicalmente propio donde la visita inesperada podría conjurarse?¿Podemos establecer condiciones a la llegada de eso otro que irrumpe como una cosa extraña o extrajera, pero a su vez, como el zapallo de Macedonio, desde la propia interioridad del ser? Y, en última instancia ¿La extrañeza de lo extraño puede subsumirse a lo propio?
La Cosa, aquella que sólo puede circunscribirse o aludirse desde lo más lejano. Como una sucesión de horizontes evanescentes que desaparecen a medida que nos acercamos, aquello que es extraño, del latín “exterior”, “ajeno”, “extranjero”. Esa Cosa de la que Silvia nos dirá que se vincula con el vacío, como la boca sin fondo de un florero, vacío no contorneado en su totalidad.
Hay algo inquietante, algo a lo que se trata de aludir en las obras de Shuan Tan, Roberto Bolaño, Remedios Varo y Aída Carballo; hay algo inquietante a lo que el arte y el artista intentarán abrir el camino para su manifestación. Si arte y psicoanálisis se vinculan, aunque revisten formas distintas de tratamiento. Los medios serán en esta oportunidad, la letra, el gravado, el cine, la pintura. Técnicas propiciatorias que buscan de alguna manera establecer una apertura.
Escribe Shuan Tan “mi interés por la ficción radica en la observación de que en el núcleo de la sociedad hay un extrañamiento originario, un espíritu dividido”. En este sentido en La Cosa, Silvia escribe “(…) podríamos situar la imaginación de dicha extranjeridad en el instante en el que se produce ese acontecimiento primordial que se da luego del nacimiento y que consiste en el encuentro con el primer exterior que albergará al sujeto, más ese Otro que allí presente marcará las coordenadas, señalará el rumbo”. Como el oráculo de Delfos, pensamos, no niega ni afirma, sólo indica.

Tenemos que experimentar al intruso, su carácter de otro, en su extrañeza. De otro modo lo otro perdería su singularidad y sería aniquilado su carácter ajeno. Su otredad sería subsumida por lo propio. Ahora bien, ¿lo propio de qué? En La Cosa Silvia se pregunta ante este lienzo de Remedios Varo, Visita Inesperada: “¿Algo de lo no especularizable pero sin embargo imaginarizable aparece allí? ¿Se trata de una visita inesperada? Si nos fijamos, advertimos que en la mesa hay dispuestos dos platos, con sus respectivos cubiertos y vasos. A alguien se espera pero ¿Será a “eso” que llega?”. Nos abrimos a la llegada, posible, de lo enteramente otro.

“Esperar sin estar esperando” primera paradoja de esa visita inesperada. Se espera a aquello que no es invitado. Hay un horizonte de posibilidad ineludible en el que aquello que no había sido pensado como presente, es decir, aquello que no se había tenido como posible, se hace posible. Una espera activa que se actualiza permanentemente ante un porvenir que es posible en cuanto jamás lo concebimos como tal. Presencia disruptiva en una espera inmanente,es decir “(…) aguardar la sorpresa absoluta, al visitante inesperado, esperar sin un horizonte de expectación” quizás de eso se trate.
Al intruso lo reconocemos cuando ya nos habla desde dentro. Silvia nos dirá “Desde su <guarida> – palabra que Lacan empleará – La Cosa dispara fantasmáticamente un modo de aparición”. Hace falta hablar, aunque sea con la mascota, el propio gato en el caso de Remedios Varo, para que, como continúa Silvia “el intruso escuche su voz y se vaya”. El habla como posible conjuro. Seguidamente escuchamos la voz de Varo que nos relata “…y en ese momento sentí con horror espantoso algo detrás de mí que más bien salía de mi misma y, simultáneamente, comprendí que no era verdad el haber oído ese ruido peligroso arriba, pero que yo en cierto modo había querido oír esa amenaza fuera y arriba, pero que en realidad estaba siempre junto a mí o en mí”. Repetimos, al intruso lo reconocemos cuando ya nos habla desde dentro.

 

Como corolario I podemos decir, junto a Nancy que el término extranjero es bifronte en su doble dimensión de sustantivo, por un lado, y adjetivo, por otro. En el primer caso se entiende como el extraño, en el segundo, como lo ajeno. El extraño es ajeno, de ahí que se impliquen mutuamente. En una dimensión aporética los términos permanecen como en suspenso. Hacer una presentación de La Cosa, Freud, Lacan… el artista será, pues, circunvalar con el lenguaje aquello que se presenta como enigma. Lo enigmático casi siempre es hostil. La locura implica un saber. Dirá Heráclito “La Sibila con boca insensata dice, a través del dios, cosas sin risa, ni ornamento, ni ungüento”.
Como corolario II diremos que El intruso no es otro que uno mismo y el hombre mismo. En palabras de Nancy “No otro que el que no termina de alterarse, agudizado y agotado a la vez, desnudado y sobre cargado, intruso en el mundo tanto como en sí mismo, inquietante envestida de sí mismo¸ conatus en una infinidad estremecedora”.

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