
Una reflexión sobre el amor a lo largo del tiempo, en distintos momentos de una misma pareja, por medio de un análisis de la película «Antes de medianoche» de Richard Lindaker.
“Si ahora nos encontrásemos en un tren, ¿te pondrías a hablar conmigo? ¿Me pedirías que me bajara contigo?”
La pregunta con la que Celine interpela a Jesse en “Before Midnight” (2013) y la respuesta más o menos complaciente de él, “lo importante es que lo hice cuando tenía que hacerlo”. Recordé esta película por un comentario que escuché recientemente. Por lo que, si bien no habrá casi spoilers, podría haberlos, dado que se estrenó hace once años como punto final de una trilogía que relata tres momentos distintos de una pareja, la primera película cuando se conocen, la segunda cuando se reencuentran, y la tercera cuando el matrimonio y la vida cotidiana les abruma.
La pregunta retórica con la que abrimos apunta a si hoy Jesse se enamoraría de ella, porque algunos semblantes de feminidad occidental todavía sostienen la pregunta por el amor, pero ahondar en eso daría a un desarrollo distinto al planteado en este texto, así que quisiera reparar en la respuesta de él: «lo importante es que lo hice cuando tenía que hacerlo”, es decir que en ese momento en el que se conocen logró dar un paso, realizar un acto. Es contra-fáctico pensar si hoy podría, pero de todos modos despierta ciertas preguntas en la protagonista y en el espectador: ¿hoy tendría el valor de hacerlo? ¿hoy se animaría a la posibilidad de dar ese paso? O incluso ¿intentaría o intenta anular el acto que dio origen a esa relación? ¿cómo?
“En parejas establecidas como la de la película a las que “se les viene la (media)noche” también les cuesta lidiar con el desencuentro, formar una pareja, una familia, no nos excluye ni de la contingencia ni del malentendido, algunos de los puntos en los que se manifiesta son la convivencia, la relación con los hijos, la vida sexual, las aspiraciones profesionales, cuando no, la casi total pauperización del deseo, sobre todo en el malestar obsesivo.”
Los modos de abordaje contemporáneos predominantemente ligados a apps de citas o redes sociales, instituyen modalidades de “encarar” que mantienen a los individuos a una distancia del encuentro entre los cuerpos, aunque, también, a una distancia con relación a la dimensión de acto que puede tener para un individuo el abordar al Otro. Esto a menudo es fuente de queja, sobre todo femenina, aunque no solamente, la novela medio patética de las relaciones no difiere demasiado porque cada época sostiene un libreto más o menos armado para justificar el desencuentro. Tampoco pareciera que la conquista esté en su mejor momento, en la danza virtual del apareo reaccionan a historias (cuando lo hacen, a veces ni a eso se llega), mandan fueguitos, un 100, códigos que indican interés pero luego se quedan ahí, no hablan. Esto también puede ser una pregunta fecunda en algún analizante, si es que acaso se indaga a sí mismo por qué no les habla a las personas de su interés. Para quien esa distancia comienza a volvérsele problemática, para quien el rejunte de matchs de las apps ya no es suficiente (¡Goce del idiota si los hay el contabilizar matchs!), para quien perciba que tiene un impedimento a la hora de dar un paso hacía el abordaje de un partenaire, tal vez haya algo ahí a preguntarse.
En parejas establecidas como la de la película a las que “se les viene la (media)noche” también les cuesta lidiar con el desencuentro, formar una pareja, una familia, no nos excluye ni de la contingencia ni del malentendido, algunos de los puntos en los que se manifiesta son la convivencia, la relación con los hijos, la vida sexual, las aspiraciones profesionales, cuando no, la casi total pauperización del deseo, sobre todo en el malestar obsesivo. Retomando a Jesse y su “lo importante es que lo hice cuando tenía que hacerlo”, en algún caso se puede presentar que ese acto fundante de una relación sea algo que se intente anular de las más diversas maneras, son frecuentes los engaños y maltratos, que podrían en algún caso ser actings, el no tener en cuenta al otro (como le reclama Celine), pero también hay otra modalidad que es tanto o más recurrente que las otras, la total inacción, porque no hacer nada no es dejar las cosas como están, quedarse detenido provoca movimiento alrededor y muchas veces ese movimiento arrastra a quien no quiere moverse, también puede ser un modo de provocar que la otra persona tome la decisión de terminar con ese letargo al que se someten en el cotidiano, anular el acto sin implicarse, en algún caso hasta sorprenderse, ni siquiera es poner y sacar la piedra como el hombre de las ratas de Freud, que al menos pudo poner a nivel del síntoma su cavilación.
El acto para Lacan es algo que produce una modificación subjetiva, no hay acto sin un decir que da cuenta del sujeto de la enunciación, el acto es lo que modifica de modo irreversible al sujeto que es al mismo tiempo efecto del acto mismo. De ahí a los intentos obsesivos de volver atrás con su acto, de tratar de restaurar el modo particular de goce puesto en juego a nivel del fantasma, aunque si hubo acto no haya restauración posible. El acto es algo que conlleva un poco de angustia, cuando no grandes cantidades. De ahí a que sea algo muchas veces evitado, iniciar o terminar algo, es un acto, las relaciones no son la excepción.
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