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Erosión del lenguaje

Por Veronica Dragui

1 mayo, 2023

 

 

La autora nos propone una reflexión sobre el lenguaje desde fuentes tan diversas como la poesía de Ataud, la literatura de Cortazar y el psicoanálisis de Lacan.

“De verdad he sentido que partías la atmósfera a mi alrededor, que hacías el vacío para permitirme avanzar para hacer el lugar de un espacio imposible a lo que en mí se encontraba todavía en potencia”

Artaud. El Pesa Nervios

Un profesor de literatura acostumbraba decir que uno de los peores libros de Cortazar es Un tal Lucas. Nunca acostumbro a contradecir a quienes han leído mucho más y han estudiado las cosas necesarias para poder arribar a conclusiones con las que a veces concuerdo y a veces no. Tiendo por naturaleza a la experiencia singular como tiendo una lonita sobre el parque o la arena buscando ese calor que abraza tibiamente. Eso que tal vez se podría llamar fuerza vital, algo en un libro que me atrae, algo que me habla, algo que me aclara, algo que me invita, algo que vibra, algo que late.
Para no prolongar la introducción, voy yendo al grano, ando con Un tal Lucas desde hace un tiempo, intercalando, cada tanto. Y ahí, por supuesto está Cortazar con sus artilugios conocidos; lúdico, experimental, simple y local. Ya cada cual verá cómo resuena en su artefacto pero yo gusto de algunas de esas experiencias y percibo en su naturaleza cierto aguijón que me pincha.
Particularmente, la segunda parte que inicia con una cita a paradiso, encarna algunos asuntos que hoy podrían ser claramente re leídos con una óptica computacional e internaútica contemporánea y proyectar en eso términos su deslizamiento desde el momento que fue planteada la hipótesis hacia acá y de acá hacia nuestro “adelante”.
Me centro particularmente en el texto “Nos podría pasar, me crea”; que ya encierra en sí mismo una advertencia. Sintéticamente ocurre en este pequeño relato que se contrata a una persona que, tirando de un hilo único -cuyo dominio posee- alisa en forma automática la totalidad del lenguaje. Transforma todas las aristas, pliegues, relieves de cada palabra en una línea única, distribuida en segmentos que dejan huella de la ocupación de cada letra. Una línea intermitente allí donde había palabra por un efecto de tirón que aplana el lenguaje del mundo. 

“Este tirón procede de la pulsión de dominio aplicada a la lengua, como propiedad a ser dominada, de cierto ejercicio del
pensamiento que cristaliza las cristalizaciones, del espanto que produce el desconocimiento y la fiebre de saber que desencadena, de quienes como guías se presentan ante una arquitectura que permanece en pie desde hace siglos y dicen, dicen, dicen, dicen de ella todo lo que es dable decir en términos conceptuales pero no hablan.”

Quiero concentrarme en ese tirón, que viene tirando y que avanza con su impronta alisando el lenguaje, planchando sus aristas, limitándolo en su poder de formante.

“Pero más me sorprende esa incansable, esa meteórica ilusión que nos sugieren ciertas arquitecturas circunscritas, pesadas; estos tramos de alma cristalizados como si fueran una gigante página plástica y en ósmosis con el resto de la realidad. Y la surrealidad es como un angostamiento hacia atrás. Una especie de comunicación verbal replegada hacia atrás. Sin embargo no veo en eso un decrecimiento del control, por el contrario veo un mayor control pero que en lugar de actuar, desconfía,…”

Me acompaño de este pasaje de Artaud, que el continúa positivamente. Lo detengo en el punto en que me hace pensar que este tirón procede de la pulsión de dominio aplicada a la lengua, como propiedad a ser dominada, de cierto ejercicio del
pensamiento que cristaliza las cristalizaciones, del espanto que produce el desconocimiento y la fiebre de saber que desencadena, de quienes como guías se presentan ante una arquitectura que permanece en pie desde hace siglos y dicen, dicen, dicen, dicen de ella todo lo que es dable decir en términos conceptuales pero no hablan. No hablan de aquello que en la arquitectura les habla. Y cada persona que pasa frente a esta arquitectura sin ser hablada de manera singular es un tirón que recoge el gran sabio.
Dice Lacán en La tercera: “Tomo lo mío donde lo hallo”. Y aquí hallo una huella que me interesa seguir, un contratironeo:

“Llamo síntoma a lo que viene de lo real. Eso significa que se presenta como un pececito cuya boca voraz solo se cierra si le dan de comer sentido”

La fiebre del sentido dominante, me arriesgo a deslizar. Fuerza constitutiva del tirón. La fiebre del sentido. El sentido como factor dominante. Dominación como función del sentido. Sentido como alivio al ansia de dominación. Articulación articulada y por lo tanto desarticulable.

 

Erosionar el lenguaje es gastarlo pasándolo mil veces por los mismos lugares, forzarlo a repetirse ignorando su fuerza estructurante.
Erosionar el lenguaje es ablandarlo para volverlo masticable.
Lo explicable delimita lo comprensible.
Pero lo no inexplicable no es por lo tanto inaccesible y el lenguaje es una artimaña, un engranaje, un artefacto, una herramienta, un invento críptico,
“…es aquello que solo puede avanzar torciéndose y enrollándose, contorsionándose …” [1]Lacán. La tercera.
De entre las imágenes apocalípticas posibles me place entonces recrearme con la visión de este tirón global que alisa y su contratirón antídoto que intercepta y desvía en vuelos sin forma las líneas.
Soñar es otra forma de pensar. El pensar del soñar no es restrictivo del dormir. Y por lo tanto, aquí, soñando escribo ó sueño que escribo, ó…me escribí encima.

 

 

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