Les compartimos una reseña sobre la obra de teatro de Peter Weiss conocida como “Marat-Sade”, constituye una exposición artística fascinante de los problemas y resultados de las experiencias revolucionarias en la modernidad.
La obra se llama “Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, representado por el grupo de actores del Hospicio de Charenton, bajo la dirección del señor de Sade” pero por razones de economía es más conocida como “Marat-Sade”. El autor nos relata los preparativos de la muerte de Jean Paul Marat asesinado de una puñalada en su baño, a manos de la gibelina Charlotte Corday, en los comienzos del Terror, durante la Revolución Francesa. Pero en lugar de simplemente narrar esos hechos de forma directa, el relato de la muerte de Marat, nos es dado en el marco de otra representación teatral (un teatro dentro de un teatro) llevada adelante por los internos del Hospicio de Charenton; en una obra escrita, dirigida y protagonizada por el célebre Marqués de Sade, durante el periodo del Imperio Napoleónico.
La obra de Weiss[1]Para aquellos que no puedan verla en vivo, recomendamos la película «MARAT – SADE» dirigida por Peter Brook se presenta como un juego de muñecas mamushkas basado en múltiples anacronismos y referencias cruzadas: una obra de teatro, dentro de otra obra de teatro; la representación de una revuelta, en un tiempo escénico posterior, que a su vez es representante de una revolución que se produce dos siglos más tarde; una obra actuada por locos que representan cuerdos, llevada a delante por actores cuerdos que representan locos; una crítica a la Revolución Francesa, que es en realidad una crítica apenas oculta a la Revolución Rusa y de alguna forma, a toda revolución moderna. El enfrentamiento entre dos tipos de ideales actuales, opuestos en su esencia, pero compañeros en la lucha contra su pasado: el individualismo contra el socialismo.
«El objetivo final de este complejísimo juego de espejos es remarcar el carácter paradójico de las revoluciones sociales modernas y para ello Weiss, elige a la madre de la criatura o la más emblemática de todas, la Revolución Francesa y a la historia de la muerte de uno de sus impulsores más fervientes.»
Cada personaje de la obra de Sade es caracterizado por un loco, cuya enfermedad conviene con el rol a desempeñar. Así Marat, quién fue un gran impulsor de la lucha contra los moderados y los traidores de la revolución, es representado por un enfermo paranoico. Corday su asesina, desilusionada con las consecuencias de la radicalidad de Marat y el excesivo uso de la guillotina, es representada por una mujer depresiva. La escena se presenta ante la familia del director del hospicio, quien busca censurar, todo dialogo inoportuno en su actual coyuntura política.
El objetivo final de este complejísimo juego de espejos es remarcar el carácter paradójico de las revoluciones sociales modernas y para ello Weiss, elige a la madre de la criatura o la más emblemática de todas, la Revolución Francesa y a la historia de la muerte de uno de sus impulsores más fervientes.
Además no en vano la obra del Marques es representada 15 años después de producido el hecho (1808), momento en que la igualdad, la libertad y fraternidad se habían convertido en un imperio opresor. Se trata de confrontar dos posiciones diametralmente distintas sobre este hecho, irónico y trágico a la vez: que una revolución libertadora culmine en una dictadura.
Por un lado se presenta el planteo de Marat, líder revolucionario que ante el ascenso de la burguesía como nueva elite, propone la radicalización de las transformaciones a cualquier precio, con el afán de purificar la nación en busca del paraíso socialista. Sus críticas a la revolución en curso prefiguran en verdad sus resultados:
“MARAT- (…) Y sucede que vemos agregarse a la lista de los derechos humanos el derecho sagrado de enriquecerse y aún tenemos que oír lo que va a resultar. El hombre contra el hombre y el grupo contra el grupo, en una alegre explotación reciproca. Así nos vemos frente a un florecimiento, no de principios. Del comercio, de la industria. Con un empuje nunca visto. Y mientras más nos alejamos de la meta. Muchos están pensando que está ganada la revolución.» [2]Fuente: Marat-Sade, Adriana Hidalgo Editora, 1999.
Por el otro, su antagonista, Sade, individualista extremo, en el fondo, un representante de la voz de Niestzche impugnando el fundamento de la moral moderna, sobre la que se basa Marat. Desconfía de todo movimiento de masas, renegando de las buenas intenciones. Desde su postura, la igualdad social solo podía producir una sociedad insípida e injusta para los individuos.
“MARAT – He leído en uno de sus libros Sade, en uno de sus ensayos inmortales, que la fuerza animadora natural es la muerte. Y que la muerte es el único instrumento para medir la vida.
SADE – Así es Marat. Pero el hombre le dio a la muerte una importancia falsa. Cualquier animal, planta u hombre que muere se suma a la naturaleza; se convierte en abono necesario para vivir. Sin ello nada podía ser creado. La muerte simplemente es parte del proceso. La naturaleza no la conoce. Y toda muerte, hasta la más cruel desaparece en la total indiferencia de la naturaleza. Solamente nosotros le damos a nuestra vida algún valor. La naturaleza se quedaría mirando silenciosa e impávida si un día de estos se destruyera la raza humana.
Como odio a la naturaleza. Anhelo superarla!
Quiero vencerla con sus propias armas y capturarla con sus propias trampas. La mirada de ese rostro impasible, que podría soportarlo todo. Esto es lo que incita a realizar actos cada vez más grandes.
Pero aunque odie a esa diosa, veo que sus actos más grandes, han seguido sus propias Leyes. La naturaleza enseña al hombre a luchar por su felicidad y si debe matar para obtener felicidad entonces el asesinato es natural.
¿No hemos aplastado siempre a los más débiles? ¿No alabamos a los poderosos con vileza y lujuria? (….)” [3]Fuente: Marat-Sade, Adriana Hidalgo Editora, 1999.
La obra presenta la contraposición de estos dos modelos, sin permitir que ninguno logre imponerse del todo.
Jean Paul Marat aparece en la obra como el símbolo del comunista extremo, tal como lo conocerá el siglo XX en la dictadura estalinista, con la persecución a los “traidores” del partido, las reiteradas “purgas” y la represión de toda oposición. Vale la pena recordar brevemente la biografía de este particular personaje: nacido en Suiza en 1743 de origen humilde, estudió en Burdeos y en Paris para concluir sus estudios de medicina en Gran Bretaña. Francmasón, trabajó para el hermano de Luis XVI, el futuro Carlos X; incluso a comienzos de la revolución todavía confiaba en la monarquía, pero poco después, desde su periódico “El Amigo del Pueblo”, atacó a la aristocracia y a todos los revolucionarios moderados. Participó abiertamente en la condena al Rey y en la caída de los girondinos.
Después de su asesinato el pueblo le brindo un verdadero culto. Pero durante el Directorio, fue catalogado como la figura del «exceso» revolucionario y sus restos fueron sacados del Panteón. Es, en definitiva, el representante de la una revolución antimonárquica, que termina derivando en un Imperio y beneficiando a una nueva casta de explotadores, en desmedro del pueblo que venía a liberar.
Donatien Alphonse Francois de Sade, más conocido por su título, el Marqués, fue miembro de la nobleza pero participante de la revolución. Partidario de la libertad hasta el libertinaje, representa uno de los personajes más conflictivos de la historia del pensamiento de Occidente. Ateo y nihilista, fue liberado de la Bastilla donde estaba preso por sus crímenes sexuales y fue nombrado secretario de la sección revolucionaria parisiense de las Picas. Su postura política increíblemente moderada lo hizo volver a la cárcel por orden de Robespierre. Después de la muerte de este, fue liberado nuevamente y poco más tarde internado hasta su muerte, en el Asilo de Charenton, donde se suceden los acontecimientos ficticios narrados por Weiss.
Sade fue un juez revolucionario que no condenaba a nadie. Parece razonable que alguien dispuesto a torturar por simple placer, defensor de un individualismo extremo, de un egoísmo brutal, no aceptara hacerlo por ningún otro motivo, menos aún en nombre de una supuesta justicia revolucionaria.
Atacando a Marat, por boca del Marqués de Sade, se logra realizar una aguda problematización a todo planteo revolucionario moderno y a todas las contradicciones que este tremendo fenómeno nos ha legado. Weiss elige como tiempo de representación, el imperio napoleónico y la figura del director de Hospicio censurando la obra en vivo, pone en evidencia la contradicción de una revolución que en nombre de la democracia había llevado al dominio de un dictador imperialista, en la figura de Napoleón, pero también en la de Stalin. Lo más interesante de la obra es la tensión que logra sostener, que se corresponde con el hecho real que representa. Todas las revoluciones han tenido grandes logros y tremendos fracasos. La Revolución Francesa cambió la faz de Francia y de toda Europa, terminó de instaurar el liberalismo político y acabó con los privilegios de la nobleza medieval, pero trajo consigo todos los problemas sociales asociados al capitalismo y al nacionalismo belicista. La Revolución Rusa derrocó a un zar insensible a los males de su pueblo, instauró en un primer momento una democracia obrera y llevó a una sociedad semi-feudal y campesina a convertirse en la segunda gran potencia económica mundial, pero también en su devenir resultó en un régimen dictatorial y opresor como pocos en la historia. La obra fiel a este dilema, no nos otorga respuestas y mantiene en el aire la pregunta, que todavía es nuestra.
Aporte Único:
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Aporte Único:
$ 350
Aporte Único:
$ 500
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