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La guerra psicológica en el conflicto de Malvinas: Los gurkhas vs la aviación argentina

Por Julio Cesar Maya

25 junio, 2023

 

Julio César Maya nos cuenta sobre el uso de la guerra psicológica en el conflicto de Malvinas, la desinformación  para generar miedo en el bando contrario o para impulsar las tropas propias a la batalla.

El efecto moralizante y el efecto desmoralizante.[1]El siguiente texto corresponde al segundo Capitulo de un texto más amplio del mismo autor, llamado: Heroes y Villanos en el Imaginario popular argentino sobre la cuestion Malvinas:Los gurkhas vs la … Continue reading
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En cuanto a lo que a guerra psicológica se trata, se puede dividir su aplicación en dos tendencias: El efecto desmoralizante, destinado a afectar psicológicamente a la prensa, a la opinión publica o directamente a las tropas de un bando, o por el contrario, el efecto moralizante, que sería el refuerzo de la moral, el espíritu de lucha y las cualidades positivas de el bando propio.
El primero, destinado a dañar psicológicamente al rival, se puede considerar como un arma de carácter ofensivo, mientras que el segundo, destinado a proteger y incrementar la protección del bando propio, se puede considerar un arma ofensiva.
Siguiendo la lógica de Clausewitz en su tratado, si sufrimos el ataque de una guerra psicológica con carácter desmoralizante, y a esta voluntad de someternos aplicamos en contraposición un efecto moralizante, la contienda se define en triunfo para el bando atacado si pudo hacer fracasar el intento del enemigo.
Esto es, si el enemigo logro afectarnos psicológicamente, si logro deprimirnos, habrá vencido, y si no lo logro, habrá fracasado su intento, y psicológicamente abran sido derrotados, dado que usar la guerra psicológica conlleva un desgaste y revela las intenciones de engañar del enemigo.
Cuando estas intenciones son reveladas, si se resiste lo suficiente, la credibilidad del enemigo se verá terriblemente afectada, dejando al bando defensor en una posición más ventajosa.
En estas situaciones, no hay empate: O se gana o se pierde
Como fuente de las tácticas de guerra psicológica ejercidas en Malvinas, podemos citar el fascículo 10 de la edición La Guerra de Malvinas, editado en Julio de 1986 por la Editorial Fernández Reguera en Argentina y Cavendish en Gran Bretaña, que ilustra en su tapa un ejemplo del elemento fundamental utilizado por las fuerzas armadas británicas durante el conflicto de Malvinas:
Reza el fascículo en su tapa “Los gurkhas afilan sus cuchillos”
La presencia de los Gurkhas, un pueblo originario de Nepal, se presentaba, tanto en la prensa inglesa como entre las tropas, con un elemento fantástico.
Los gurkhas, un pueblo montañés, con buena contextura física, conseguida a través del trabajo constante de subir y bajar las montañas, y una curiosa habilidad para el manejo del Kukri ( un cuchillo recurvo) el cual suelen utilizar en tareas agrarias o simplemente para moverse en la maleza que surge de la selva autóctona adonde viven.
Por dar un ejemplo, no son ni más ni menos feroces que un correntino que vive en el monte y anda con el machete abriéndose camino en la selva. Ni un poco mas, ni un poco menos que cualquiera.
¿Qué valor tienen los correntinos como tropa ? La respuesta más honesta es insospechado.
Como decía Napoleón, dame 200,000 servios y conquistare al mundo. Dame 200,000 correntinos y ya veremos.
Siguiendo la tradición de tener un regimiento personal, el Primer Batallón del Séptimo Regimiento,
el regimiento personal del Duque de Edimburgo, fueron destacados a la 5ta Brigada de Infantería, destacada al conflicto Malvinas.
En el fascículo 18 de la obra citada anteriormente, se expresa que la propaganda británica hizo correr el rumor de que los gurkhas eran cortadores de cabezas, caníbales que atacaban drogados las posiciones argentinas, con sus cascos equipados con Walkman Sony, con música a todo volumen, insensibles a los horrores de la guerra, dispuestos a matar y morir sin miramientos.

“En cuanto a lo que a guerra psicológica se trata, se puede dividir su aplicación en dos tendencias: El efecto desmoralizante, destinado a afectar psicológicamente a la prensa, a la opinión publica o directamente a las tropas de un bando, o por el contrario, el efecto moralizante, que sería el refuerzo de la moral, el espíritu de lucha y las cualidades positivas de el bando propio.”

Si tomamos en cuenta la edad media de los reclutas argentinos en el conflicto, veremos que se trataba de personas siempre menores de 25 años, con gran mayoría de 18 años.
Estoy escribiendo esto en Octubre de 2022, cuando recién acabo de mirar televisión con mi hijo de 16 años, y imagino que en dos años, con solo 18, mi hijo tendría que estar destacado a 2000 km de casa, con una maquina en la mano capaz de volarle la cabeza a otra persona, y me revuelve el estomago solo pensar el miedo que mi hijo podría sentir bajo esas condiciones.
Ser arrancado de su adolescencia, o juventud, y que le digan que tiene que ir a cumplir su obligación.
No es el asunto criticar el sentido del deber o la cobardía, sino el hecho de que ni siquiera esta su psiquis, su cerebro, preparado para soportar tantas presiones.
Siendo profesor de Historia de Secundaria, conozco la psiquis de un adolescente, y puedo asegurar que entre los 16 y los 19, 20 años, se suelen mostrar mas rudos de lo que en realidad son, un poco porque tienen la necesidad psicológica de moldear su identidad, diferente a la de los adultos, y un poco por inexperiencia. Todavía no tienen las herramientas para comprender el verdadero alcance que tiene la realidad, que tiene el mundo.
Un análisis de parte de las fuerzas británicas de esta situación, pudo haber llevado a una decisión que se puede incluso llegar a considerara sabia:
Es mejor amedrentar a un hombre-niño para que no pelee, asustarlo para que se rinda, para que baje las armas, y nada mejor para lograr este efecto en el enemigo que contarle, como se les cuenta a los niños para que se porten bien, la historia de los caníbales asesinos de Nepal, que apuñalan y se comen a los hombres, que no sienten dolor.
Como dije anteriormente, si un gurkha se golpea el dedo mas chiquito del pie contra un mueble, estoy seguro que lloran, dado que son humanos, pero no es la parte de la historia que servía contar, sino la mas fantástica, la que desmoralizaba a la tropa contraria.

Si hablamos con la verdad, ahora que el conflicto termino y podemos ser honestos, no hubo casi participación de parte de os gurkhas en la batalla.
Los británicos reconocieron que fueron una fuerza menor, cerca de 100 efectivos, que fueron usados como exploración y patrulla.
Una sola baja de parte de los gurkhas se registro durante todo el conflicto, y sucedió cuando accidentalmente uno de los gurkhas estaba cavando una trinchera y golpeo una granada sin explotar, detonándola y matando a uno y hiriendo a dos soldados. O sea, ni siquiera estuvieron a tiro de metralla.
Sin embargo, y volviendo al tema de Malvinas en el imaginario popular de nuestro pueblo, la memorable serie de lucha libre orientada al publico infantil, Titanes en el Ring, todavía varios años después incluía a un personaje, que imitaba los rasgos étnicos del pueblo gurkha, y entraba al combate con uniforme militar, y una canción al ritmo de “El gurkha, el gurkha, cuidado con el gurkha”, demostrando que tan hondo calo la leyenda negra británico en el imaginario popular de nuestra población, que los consideraba villanos impiadosos.
Por mi parte, me quedo con Rubén Peucelle, quien capitaneando a los buenos, entraba a luchar al escenario rodeado de chico que lo aplaudían para que triunfara la justicia, y acabara con el Gurkha.

Esto en cuanto al arma ofensiva de la guerra psicológica en el conflicto Malvinas. Ahora, y siendo lo argentinos que somos, hablemos como hecha la ley hecha la trampa, desarrollamos defensas contra el efecto psicológico nocivo de esta arma: Las hazañas de la Aviación Argentina en la guerra.
En 1987, Ediciones Open Argentina publico una serie de fascículos coleccionables dedicada exclusivamente a la guerra Aérea, titulado obviamente: Malvinas, la guerra aérea.
Es esta, se detalla que las pérdidas totales de la escuadra aeronaval argentina se resume en 11 aeronaves Dagger A, 2 aeronaves Mirage IIIEA, 19 aeronaves A-4B/A4C SKYHAWK, 2 bombarderos Canberra B.62, 25 aeronaves de exploración y adiestramiento de fabricación nacional modelo PUCARA, 1 aeronaves de transporte C-160E HERCULES, y cerca de 35 helicópteros de diferentes marcas y modelos, para un aproximado de 95 vehículos aéreos derribados.
Siendo que nuestra Fuerza Aérea en el mejor momento de la guerra totalizo los 216 vehículos, el porcentaje de bajas totales es bastante alto, cerca de un 50 %.
Difícilmente se podría considerar este número como una victoria, pero se deben tener en cuanta algunos hechos que volvieron decisiva la guerra psicológica a favor de Argentina:
Los aviones británicos eran, por lejos, mucho más modernos, y mucho más moderno era su armamento. Los Sea Harrier eran maravillas de Ingeniería de la época, y los barcos ingleses contaban con defensas antiaéreas y sistemas de señuelos antimisiles muy eficientes.
Esto es, por dar un ejemplo, bengalas lanzadas desde el barco que producen calor y desviaban a nuestros misiles Exocet del blanco hacia un blanco falso.
Sin embargo, y esto fue un doble golpe para la moral británica en la guerra, los adelantos tecnológicos no pudieron contemplar un detalle decisivo para el desempeño de la guerra aérea: La destreza y el arrojo de la nación argentina, que una vez más probo el axioma de que el mejor recurso es, siempre, el recurso humano.
Los pilotos argentinos no tenían la tecnología para acercarse a los más modernos buques británicos, dotados de radares más sensibles y de mayor alcance, así como sistemas antiaéreos más eficientes, capaces de eliminar una aeronave mucho antes de que se encuentre a rango de tiro.
Pero el radar funcionaba solo bajo ciertas condiciones, que tenían que ver con la elevación del objeto a detectar: Lo normal es que un avión vuele alto, y entonces el radar lo detecta y la tecnología miliar británica se hace cargo, pero los argentinos nunca fuimos normales, siempre fuimos argentinos. Al fin de cuentas, se es lo que se es.
El HMS Sheffield fue la cabeza de serie de los destructores tipo 42 de la Marina Británica. Fue colocada su quilla en 1970, botado en 1971 y comisionado en 1975.
Considerado como el buque más moderno de la Marina Británica en ese momento, el Sheffield era el buque insignia de la Marina Británica por sus capacidades tecnológicas, principalmente en el área de comunicaciones.
El personal británico esperaba el disparo de misiles desde una distancia media de 80 km, y a una altura media, como era de esperar y como seria detectado por los radares del barco, para poder aplicar contramedidas.
Inesperadamente para los británicos, dos Super Etendards que habían despegado desde la Base Rio Grande, Tierra del Fuego, pilotado por el capitán Augusto Bedacarratz, dispararon misiles Exocet de fabricación francesa. Algo que fue clave en el conflicto, fue la eterna rivalidad inglesa/francesa, que llevo a estos últimos a ofrecer a nuestra aviación la venta, ya sea legal o por mercado negro, estas armas que nosotros, como nación subdesarrollada que éramos en ese entonces, no teníamos ni deberíamos tener.

La sorpresa de la tripulación inglesa, fue doble, al saberse atacados por armas lo bastante avanzadas para hundir un destructor inglés, pero mayor cuando se dieron cuenta que los pilotos argentinos, rompiendo todas las reglas que cuidan de la vida del piloto, volaban con vuelo rasante, según testigos de la tripulación británica, llegando a estar a hasta tres metros sobre el nivel del mar, a toda velocidad, y disparaban a una distancia de 11 km, evadiendo todas las contramedidas de detección y protección de la armadas británica, aun a riesgo de la vida del piloto y del aeronave.
El impacto sobre el HMS Sheffield se produjo el 4 de Mayo de 1982, por el impacto de un misil Exocet contra la caldera del barco, lo que desato un incendio generalizado y la muerte de 20 experimentados marinos británicos.
Algunos dicen que la ojiva exploto mientras que otros dicen que no, pero ninguna niega lo siguiente:
A partir de ese momento, y durante todo el transcurso de la guerra, la leyenda de los pilotos argentinos, una nación subdesarrollada del tercer mundo, arriesgando su vida y mostrando su pericia para hundir una de las aeronaves más poderosas del mundo, se conto una y mil veces, en las trincheras donde nuestros soldados de 18 años temblaban de frio, de hambre y de miedo, y cada vez que se escuchaba a alguien hablar con temor de los gurkhas caníbales y de sus cuchillos, un buen sargento animaba a sus tropas alrededor de un fuego o comiendo una lata de conserva, contando la historia de cómo a partir de ese momento, la Armada Británica, una de las mejores del mundo, ya no era invulnerable.
El efecto fue moralizador para las tropas argentinas, y llevo a pensar a los británicos que dado que tenían pilotos con tan poco aprecio por su vida, nunca iban a estar completamente seguros.
A veces, como lo dije anteriormente pero a la inversa, vencer es lograr que tus hombres no bajen las armas, y en este sentido, le doy ganado la guerra psicológica y propagandística a la República Argentina, aunque quien soy yo para juzgar esto: Soy argentino.

 

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